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miércoles, 17 de septiembre de 2008

Andrés M.C. Jaime




Hacia Adentro IV

A R

Tu voz: esporas
avanzan a través del enhiesto silencio
hacia el mío
Calor: efusivos,
veloces alfileres
perforan cada poro
Aroma: corren almas de tu aliento
hacia el mío
se adhieren
botan por la gruta del anhelo
vibran
la dicha controlan y contraen
hasta que un bello brote de saliva
desprende la frase temblorosa y el delirio
hacia el mío
y mis pasos
entonces
igual que las palabras
avanzan hacia ti
y se desvanecen

Valeria Salas Carrillo




Reburujada

Soy violenta en la hora más tierna
De mi propio reloj;
Dulce en el éxtasis de mi saliva más ácida.
Ayer era niña y contaba con los dedos,
Hoy soy sombras y carne:
Cuento cuentos.
Soy mariposa cuando necesito volar,
Frágil como fuerte,
Insoportable cuando empiezo a hablar de mí
Frente al espejo,
Tremendamente borrosa cuando estoy enamorada.
Mi nombre es uno
Y pronuncias los que te caben en la boca
Cuando me besas y te duele la cabeza
De escuchar a tantas mujeres
Pensar entre mi lengua.
Soy hija del mar y del desierto,
Un collage de extremos
Atados con hilos imaginarios a un mismo cuerpo.
Sangre de crimen y sacrificio
Corriendo,
Sonrisa viva en llanto.
Todo cuando me despierto.

Jorge Posada




Miro esas películas con De Niro joven
y resultan más demoledoras que cualquier espejo.

Me percato de las horas desperdiciadas,
de la obsesiva gordura,
de la calvicie incipiente.

Miro cómo De Niro pasó de ser Travis
a esos personajes de ocasión:
policía, amante, maestro;
papeles que requieren apenas leer adecuadamente las líneas.

Debí hacer lo mismo,
cumplir con mi obligación de pater familia
y desmentir la felicidad de los otros cuerpos,
de las madrugadas con la radio encendida.

Como él, debí aceptar que lo difícil
es hacer bien los papeles mediocres.

Romina Carbonetti




En la Mecedora de Madera

Entonces dices que me escuchas,

Y cómo sé que tus manos

sostienen mi cintura,

si aún sintiendo

el roce de tus dedos

me siento Intacta.

¿Qué será?,

y no hay eco.

Se suceden raramente las fusiones.

He añorado tanto pertenecerte

que no sé

si aún luego

estaré sentada en la mecedora de madera.

Y no interrumpas,

no cortes esa flor,

ya tiraste mi castillito de cartas,

¿Ahora qué voy a hacer yo?,

supe entonces tu respuesta

y entendí lo mucho

que me habías querido.

Repetiste yo, yo,

solo cinco veces…

Martín Cinzano


Chilangolandia Blues
(melodrama)

qué voy a hacer yo con México D.F. si sus rincones están podridos
sus habitantes ruidosamente moribundos
sus antiguos cines clausurados de por vida
qué otra cosa hacer sino condenarse a estar recluido en sus calles
como el estrafalario transeúnte de un paseo esquizofrénico
subviviendo con fervor en un manicomio atestado de salidas
muerto de miedo muerto de hambre
pero qué voy a hacer yo con estas autopistas transmodernas y con los matones de la
Guerrero
con las chavas desnutridas que limpian parabrisas y fuman piedra en los intervalos de
luz verde
con los chavos que se acuestan sobre vidrios y simulan hacer un número de mística
independiente
demostrando ser en su obstinada indiferencia más místicos que nadie
verdaderos ascetas oscuramente iluminados por el rayo del capitalismo tardío
El Señor Omóplato Infectado con sangre con sudor
qué voy a hacer con el pasito duranguense los tacos al pastor los tacos de suaperro
suagato
suarrata
con las mujeres chilangas mirándose al espejo día y noche espantadas de sí mismas
con las cantinas del centro los antros del demonio las pulquerías de Xochimilco
los travestis y las putas de la Merced o del metro Revolución
qué voy a hacer con las morritas de culo apretado que se me arrejuntan con frecuencia
modestia aparte
en el metro Hidalgo “a las dos de la tarde inmoral”1
(ay pinches viejas sus trenzas su pueril calentura
me vuelven loco)
qué voy a hacer yo en fin con todas las mentiras de Chilangolandia
por supuesto no voy a hacer nada
los tacos al pastor claro me los comeré con mucha salsa
pero todo lo demás se quedará bien quieto se hundirá
permanecerá lastrado en una foto
rumiará su miseria su estética imposible
en el culo hediondo de un poema

Carmen Fdez. Bernal




Cachorra de ojos rebeldes
que crees saberlo todo.
Cría ingenua de ojos verdes
doce años son sólo
un puñado de arena blanca
en una playa sin nombre.

Ahora ríes,
ahora lloras,
tan pronto besas,
tan pronto azotas.

Vives y olvidas
en cuestión de momentos:

Abanderas lemas que son sueños.
Sueñas tiempos que no vinieron.
Esquivas tu llanto
negando los tristes días
que ya se fueron.

Autora de versos anónimos
que no sabes esconder.
Me lanzas miradas cándidas,
alguna que otra, cruel.

Elegí tu nombre.
Y por ahora tu vida.
disculpa mi apuesta tardía,
que hice sobre la mía.

Ahí nace tu dolor
no más del que me parte el alma.
Testigo mudo del horror
que sembró en ti
la desconfianza.

Dicen que el tiempo todo lo sana,
mi vida entera pacto a verlo.
Amar,
a veces pudre las entrañas.
Otras,
salvan batallas de recelos.

No me rindo.

Puñado de arena blanca,
que custodio con mimo,
de sacudidas de olas
aún más bravas.