Aka Avril Robertha Martínez Blanco. Nace en la Cuidad de México, un martes 22 de mayo de 1984, a la hora veintidós con un minuto. A la corta edad de nueve años escribe mi primer poema (que se encuentra custodiado por un séquito de hadas). Cuando llega al bachillerato continua con su carrera “poética”. Actualmente estudia la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas, en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional Autónoma de México.Utiliza el seudónimo de Robertha Mayer, algunas personas piensan que tiene estilo, ella cree que es uno de sus tantos nombres verdaderos.
Óleo de la hora muerta
Seguir el crepúsculo,
bajar todos los vendajes
en la hora correcta.
Perseguirlo, aniquilarlo;
dejar que la arena se duerma
en su perfil.
Sólo en esa línea horizontal
de las cosas,
desdibujarlo.
Seguir el crepúsculo.
Tener cuidado de no dormitar
en su frente,
tener horror de encontrarlo,
sereno, pensativo,
como un anciano estúpido
de sabiduría.
Gritarle desde lejanías que lo he vencido.
Levantar su máscara
de temple moribundo
Seguirlo a tientas, desesperado
de ver las cosas verdaderas.
Seguir el crepúsculo como un cachorro
embelesado de nacer;
lleno de sangre.
No puedo escucharte como enemigo
del medio día, ni cómplice de la noche,
no puedo amarte ni destruir tu silencio
y entelequia.
Sólo puedo mirarte debajo del tiempo
En usanza de un laberinto.
Seguir el crepúsculo,
bajar todos los vendajes
en la hora correcta.
Perseguirlo, aniquilarlo;
dejar que la arena se duerma
en su perfil.
Sólo en esa línea horizontal
de las cosas,
desdibujarlo.
Seguir el crepúsculo.
Tener cuidado de no dormitar
en su frente,
tener horror de encontrarlo,
sereno, pensativo,
como un anciano estúpido
de sabiduría.
Gritarle desde lejanías que lo he vencido.
Levantar su máscara
de temple moribundo
Seguirlo a tientas, desesperado
de ver las cosas verdaderas.
Seguir el crepúsculo como un cachorro
embelesado de nacer;
lleno de sangre.
No puedo escucharte como enemigo
del medio día, ni cómplice de la noche,
no puedo amarte ni destruir tu silencio
y entelequia.
Sólo puedo mirarte debajo del tiempo
En usanza de un laberinto.
Finalmente, eres la adarga del sol.
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